Hace ya casi un lustro que vi por primera vez y como simple
espectador la procesión del Cristo de la Agonía de Badolatosa en la noche del
Viernes Santo. En el transcurso de este tiempo os he conocido y he observado vuestro
tesón, vuestra responsabilidad, vuestro sacrificio y vuestro compromiso para
con la Hermandad, sin olvidar la buena convivencia que os guía a lo largo de
todo el año a pesar de vuestras limitaciones económicas y de personal.
¡Qué fuerza más grande lleváis por dentro! Desde aquí, mi admiración y respeto.
El pasado año, que estrenabais canastilla, la lluvia no os dejó salir; para éste, las previsiones meteorológicas no eran mejores pero otro año sin salir, no. Os rebelasteis contra la climatología. Tanto esfuerzo no podía quedar oculto un año más. Y se hizo una clara, y valientemente decidisteis poner en la calle a vuestro Cristo muriendo.
La tensión contenida y el silencio emocionado de los que estábamos en la puerta de la Parroquia se rompieron con el calor de las palmas y los acordes de la Marcha Real.
Acompañamos al Cristo de la Agonía en su nuevo paso, ingrávido en su recorrido en esta su noche triste, de dolor, de amargura y de muerte para hacer cumplir la voluntad del Padre.
En el intervalo de la oración, un suspiro parece detener la carrefila* luminaria, el desgarro de la saeta me hace palpitar el alma.
Empieza a chispear pero nadie se mueve. No, la lluvia no puede estropearnos esta noche mágica.
Mis felicitaciones al Hermano Mayor, al Capataz, a los costaleros y a todos los hermanos badolatoseños del Cristo de la Agonía.
Gracias por hacerme partícipe de estas horas de fraternidad, de ilusión y de esperanza.
¡Qué fuerza más grande lleváis por dentro! Desde aquí, mi admiración y respeto.
El pasado año, que estrenabais canastilla, la lluvia no os dejó salir; para éste, las previsiones meteorológicas no eran mejores pero otro año sin salir, no. Os rebelasteis contra la climatología. Tanto esfuerzo no podía quedar oculto un año más. Y se hizo una clara, y valientemente decidisteis poner en la calle a vuestro Cristo muriendo.
La tensión contenida y el silencio emocionado de los que estábamos en la puerta de la Parroquia se rompieron con el calor de las palmas y los acordes de la Marcha Real.
Acompañamos al Cristo de la Agonía en su nuevo paso, ingrávido en su recorrido en esta su noche triste, de dolor, de amargura y de muerte para hacer cumplir la voluntad del Padre.
En el intervalo de la oración, un suspiro parece detener la carrefila* luminaria, el desgarro de la saeta me hace palpitar el alma.
Empieza a chispear pero nadie se mueve. No, la lluvia no puede estropearnos esta noche mágica.
Mis felicitaciones al Hermano Mayor, al Capataz, a los costaleros y a todos los hermanos badolatoseños del Cristo de la Agonía.
Gracias por hacerme partícipe de estas horas de fraternidad, de ilusión y de esperanza.
Andrés Monterrey Sánchez
*Carrefila: hilera, fila.